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La inexorable certeza de que al otro de la valla debe haber algo

lunes, 9 de abril de 2012

El gran e ilustre vidente africano; un relato de urbanidad


"El Maestro Sampil ayuda a resolver tus problemas. Cuéntame que te preocupa"

Las mismas tonterías de siempre: mi marido me engaña, no encuentro trabajo, soy muy desafortunada... estoy harto cada día lo mismo

"Claro, claro...entiendo. Y quieres saber que puedes hacer para que se interese por ti?...ya"

Si al menos se molestasen en hacer algo con sus vidas y no en llamarme a mi para que las solucione, si al menos tuviesen algo importante que solucionar.

"Los espíritus de los grandes dioses africanos me dicen que debes tener paciencia, que debes perserverar...significa insistir, seguir haciendo lo mismo, claro...mmmm...en siete...en ocho días notarás un cambio muy fuerte...si, si, todo irá bien...eso es, vuelve a llamar al gran Maestro en nueve días y volveremos a consultarlo...claro, seguro que si...ten un buen y día y...si...si...eso es nueve días...y deja que las estrellas te guíen...".




Lo he calculado mientras hablaba con ella, lo memoricé hace tiempo, necesito que estén al menos cinco minutos y cuarenta segundos para que resulte rentable, lo que consigo retener más de 12 minutos son ganancias netas por encima del 100% y, bueno hasta ahora sólo me ha pasado de vez en cuando pero, si consigo que la llamada dure más de veinticinco minutos, puedo permitirme incluso dejar de atender llamadas un par de días.

Lo hago con cierta frecuencia. Es muy bueno para el negocio, la gente se pone muy nerviosa cuando no contesto un par de días.

"Todos los días de 8 a 22", aseguro en las cuartillas que hago repartir a la salida del metro cada dos meses; hay que mantenerse en el negocio, si uno se despista...hay muchísimo intrusismo, sobre todo de aficionados y baratijas de pacotilla que no tienen la menor idea.

Mi madre siempre lo decía: "La adivinación es un treinta por ciento magia y un sesenta por ciento saber venderse. El diez por ciento que resta es sólo cosa de los dioses".

Los días que tengo de descanso, debo agradecérselos, sobre todo, a algún ama de casa desesperada. Otras veces son amantes despechados y desesperados o alguna ancianita agobiada por la edad, que no tienen nada mejor en que gastar su pensión de viudedad.

Esos días los dedico a lo que realmente se hacer. Aquello a lo que mi madre atribuía el treinta por ciento del negocio. El centro de mi vida desde que un rayo me alcanzó en el patio de casa cuando tenía 6 años: la magia.

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